miércoles, 6 de julio de 2016

Seducción Siliciana. Cap 4







Aunque era medianoche, seguía totalmente despierto y el jardín prohibido que había bajo su balcón era demasiado tentador para resistirse a él. Más aún porque estaba prohibido. Se preguntó qué daño podía hacer que bajara la escalera y echase un vistazo. Ninguno en absoluto. Obviamente, Hayami era el tipo de hombre que imponía reglas sin razón, para alardear de su poder.

La camisola sin tirantes y los pantalones por debajo de la rodilla que llevaba eran lo bastante prácticos y respetables para bajar al jardín. Y si Hayami lo veía, tampoco ocurriría nada. No protestaría. Necesitaba demasiado su colaboración durante el fin de semana para encerrarlo en una mazmorra, o lo que quiera que hubieran hecho sus antepasados con la gente que se oponía a ellos de alguna manera.


Mientras bajaba por la estrecha escalera de hierro forjado, Changmin pensó que era intrigante que, a pesar de la admiración y agradecimiento que Hayami sentía hacia su hermano mayor, no confiara en él lo suficiente para hacerle partícipe de su farsa que, ostensiblemente, iba a poner en práctica por su padre.

Como ambos eran los hijos de en medio, Changmin intentó ponerse en su lugar. Shingdon nunca había sido su protector de la forma en que Jung Yunho parecía haberlo sido de Hayami, así que no era el mismo caso. Pero se recordó que, la última vez que había estado con sus hermanos, él había sido muy consciente de ser el único no emparejaba de los tres.

Llegó al jardín, pero se quedó inmóvil, digiriendo la realidad de lo que acababa de admitir sobre sí mismo. Pero decidió que no era equiparable a lo que Hayami planeaba hacer y, además, el hermano mayor de él no tenía pareja. Ni siquiera sabía por qué se molestaba en intentar entender sus motivaciones. No se merecía su comprensión.

Entró en el jardín, intrigado por el largo y estrecho canal.

Ahhhh… — el súbito impacto de chorros de agua helada golpeándolo desde todas direcciones, llevó a Changmin a gritar e intentar apartarse de los surtidores que estaban empapando su ropa y su pelo.

Te advertí que no bajaras aquí.

Una mano firme se cerró sobre brazo mojado y tiró de él, apartándolo del canal y llevándolo hacia otro tramo de escaleras.

Pero no me advertiste que habías tendido un trampa por si lo hacía — se quejó Changmin, empapado y tiritando de frío.

— No seas ridículo. Los surtidores de agua son la razón de que te dijera que no salieras al jardín. En otros tiempos eran un rasgo característico de los jardines italianos renacentistas, instalados para divertir a sus propietarios y empapar a los invitados desprevenidos. Estos están siendo restaurados, y eso nos impide apagarlos hasta que lleguen las piezas que faltan.

Si me hubieras dicho eso desde el principio, no habría salido al jardín.

Mi advertencia debería haber bastado. Habría servido con cualquiera menos con un joven que insiste en comportarse como un niño rebelde.

Seguía agarrándolo y Changmin intentó zafarse de él. Su movimiento activó un luz de seguridad que iluminó la zona pavimentada con mármol en la que se encontraban y un estatua que sujetaba un cesta de uvas, y reveló el hecho de que la camisa que Hayami había lucido durante la cena estaba pegada a su torso y que el remojón había hecho que su pijama se volviera completamente transparente.

El gritito de pánico de Changmin, combinado con su frenético intento para retroceder hacia las sombras, provocó una exclamación impaciente de Hayami, que tenía los labios tensos y curvados hacia abajo.

Tu modestia es risiblemente innecesaria — farfulló — Incluso si fueras el joven más deseable del mundo y llevara toda la velada anticipando el momento de llevarte a la cama, tu aspecto en este momento habría congelado mi ardor más de lo que los surtidores han empapado tu ropa. ¿Qué diablos llevas puesto, por cierto?

Un pijama — contestó Changmin.

Horrible. Un joven sólo debería dormir cubierta por los brazos de su amante o su propia piel.

A esas alturas, el incómodo abrazo que estaba sufriendo empezaba a hacer que Changmin tiritara y anhelara un de las gruesas y esponjosas toallas que había en el cuarto de baño de su suite.

Bueno, ahora que hemos dejado claro que no nos excitamos el uno al otro, y que el sexo al aire libre no es una opción, ¿te importaría decirme cuál es la ruta más rápida y seca para volver a mí habitación? — para cuando terminó de hablar, tiritaba tanto, que los dientes le castañeteaban.

Él, en cambio, estaba predecible y arrogantemente guapo; como el vencedor mirando el botín con desdén tras la batalla. La luz iluminaba sus pómulos esculpidos y su viril mandíbula. Él sintió un extraño estremecimiento.

Por aquí — le dijo Hayami, señalando la escalera — Es un camino bastante largo, pero seco.

Los escalones llevaban a un balcón mucho más ancho que el suyo, en el que había una mesa y sillas, y a una puerta abierta tras la que se veía un dormitorio obvia y magníficamente masculino, iluminado por una lámpara moderna de madera y plata.

Changmin miró a Hayami, luego la habitación, y de nuevo a él, resistiéndose a la firme presión de su mano en la parte baja de su espalda.

Pero es tu dormitorio — dijo como un tonto.

Correcto. También es la única forma de volver a tu habitación sin pasar por el jardín.

Sonó exasperado e irritado, pero Changmin se había distraído con el delicioso calor que estaba invadiendo su cuerpo con el contacto de su mano en la espalda. Si se inclinaba hacia él, la calidez se incrementaría y extendería más, llegando a sus pies, por ejemplo, para subir hacia su…

Esto es culpa tuya — lo acusó. Sin duda lo era, nadie antes le había hecho desear absorber el calor de su contacto de una forma tan sensual.

Fuiste tú quien lo inició todo.

Changmin, herido por la aseveración, giró en redondo y se defendió indignado.

No, de eso nada. Me has tocado tú. ¡Oh!

¡Oh!, sin duda. La expresión de Hayami dejó muy claro que se referían a cosas distintas. Changmin enrojeció cuando él, que había estado mirando su rostro, recorrió su cuerpo con los ojos, deteniéndose en la curva de su pecho, tenso contra la camisola empapada. La intensidad de su mirada consiguió, para su vergüenza, que sus pezones se tensaran y endurecieran, haciéndole desear abrazarse para ocultarlos.

Hayami se advirtió que lo que estaba pensando no era buena idea. Él no era su tipo y, además, su papel temporal en su vida debía limitarse a un mero negocio. Pero el ridículo comentario había despertado su sentido del humor y, además, su pecho era absolutamente delicioso. Lo sería aún más sin la camisola que se pegaba a él, bajo sus manos, mientras acariciaba los duros pezones con labios y lengua. En realidad no podía hacer ningún mal. De hecho, añadiría autenticidad a sus papeles.

Hayami iba a tocarlo, besarlo, y quizás más que eso. Changmin sintió pánico y retrocedió hacia el interior de la habitación.

Hayami lo siguió, su instinto depredador se había despertado.

Dijiste que no me deseabas — le recordó Changmin cuando estiró el brazo hacia él y lo atrajo hacia sí.

Tú dijiste que no me deseabas a mí — lo retó él, frotando la nariz contra la suya, con un erotismo tal que él sintió que un corriente, equivalente a la de un docena de motores de jet, surcaba su cuerpo. La voz de él había sonado junto a sus labios igual que un susurro, tan suave como retazos de nube al amanecer — Y mentiste — añadió.

Changmin tragó aire y, con él, se tragó también una docena de objeciones. La lengua de Hayami estaba trazando los contornos de su boca y la intimidad del acto lo dejó mudo. Cualquier idea de batallar verbalmente con él quedó acallada. Admitió para sí la imposibilidad de hacer nada, mientras la suave e incitante caricia de la experta lengua masculina adquiría fuerza y aprovechaba su momento de debilidad. Se aferró a los hombros de Hayami mientras su respuesta a la posesión sensual de su beso ascendía en espiral hacia las alturas, tan alto que pensó que le faltaba el oxígeno.

Él se preguntaba cómo un joven tan testarudo, irritante y peleón podía aferrarse a él, impotente, rendido a la sensualidad que se había encendido entre ellos.

Cómo podía derretirse en sus brazos y en sus besos como si hubiera nacido para ello. Y, también, por qué él era tan estúpido como para responder a esa reacción igual que un adolescente inexperto que nunca hubiera visto a un joven excitado.

Hayami no tenía respuesta. Pero sí sabía que la reacción de él le había incitado a apartar su ropa húmeda y rodear su torso con las manos, a atormentarse retrasando el momento de deslizarlas hacia arriba, sentir el peso de su pecho, acariciarlos, frotar sus pezones con los pulgares y sentir la corriente de placer que se desató en su cuerpo. Oyó y sintió su gemido en los labios mientras lo besaba.

Ese gemido de placer surcó su cuerpo como un relámpago. Quería más: quería su piel desnuda bajo manos y labios, oír sus gritos de deseo en la oscuridad que envolvía su cama. Quería conocerlo, disfrutar de él y proporcionarle un placer y una satisfacción únicos en su experiencia sexual. Lo había retado y, al hacerlo, había minado la hostilidad que sentía hacia él; la sensualidad de su respuesta, era como una cucharada de miel tras una de vinagre: irresistible.

Pero Hayami sabía que debía resistirse o enfrentarse a las consecuencias. El motivo por el que le había dado entrada en su vida no permitía ninguna intimidad real entre ellos. La prohibía.

Aunque su cuerpo se resistía a la lógica de su mente, Hayami no era un hombre que permitiera que las necesidades físicas, de cualquier clase, dominaran sus acciones.

Changmin notó que él había dejado de besarlo. Y también de acariciarlo. De hecho, había dado un paso atrás, dejándolo tembloroso y anhelando el calor de su cuerpo.

Bueno — dijo Hayami, sereno— ahora que he satisfecho tu curiosidad sexual, tal vez debería recordarte mi advertencia sobre el papel que espero que representes. Es un rol que no requiere, ni requerirá nunca, tu presencia en mi cama.

El rostro de Changmin enrojeció al oírle decir que «había satisfecho su curiosidad sexual». No había sido él quien lo había besado ni apartado su camisa. Sin embargo, sí había respondido al beso y se había estremecido de deseo bajo las expertas caricias de sus manos en su pecho y glúteos.

Tú fuiste quien me trajo aquí — protestó, fiero.

Y tú eres quien ha sentido curiosidad.

Changmin abrió la boca para refutar la acusación, pero la cerró de nuevo. No podía, con la mano en el corazón, decir que no había sentido curiosidad por cómo sería ser besado por él, un hombre tan alejado de su círculo social y de su experiencia personal. Era natural que se lo hubiera preguntado, pero eso no implicaba que hubiera deseado que lo besara. Al menos no al principio, pero tras haber sentido su cálido aliento en los labios y la caricia de sus manos en el cuerpo, tenía que admitir que había deseado más.

Me gustaría volver a mi habitación, ¿podrías indicarme el camino? — le dijo a Hayami, desesperado por huir de sus pensamientos, de él y de sus incómodas aseveraciones.

Él asintió con la cabeza.

Por aquí — cruzó el dormitorio y salió a una gran sala con despacho, se volvió hacia él y arrugó la frente — Espera un momento.

Él no podía hacer otra cosa. No tenía ni idea de cómo volver a su dormitorio y no le apetecía nada pasear por la casa con su húmedo atuendo.

Él no tardó en volver, cargado con una enorme toalla color crema, que le entregó.

Será mejor que te envuelvas en esto — le dijo, antes de abrir la puerta — Ve por este pasillo hasta las escaleras, pásalas y continúa por el pasillo siguiente. La primera puerta a la derecha es la de tu habitación.

Changmin le dio las gracias, se envolvió en la toalla y escapó.

Hayami, mientras volvía al trabajo que había dejado al ver a Changmin en el jardín, se dijo que ése era el problema con los jóvenes. No podían resistirse a satisfacer su ego haciendo que un hombre, el que fuera, se excitara por ellos.

Se sentó ante el escritorio y releyó el correo electrónico que había encontrado en su bandeja de entrega. La empresa de servicios le pedía disculpas; la estilista que habían encontrado para él había tenido que cancelar a última hora y no podían encontrar una sustituta apropiada. Eso le dejaba dos opciones: confiar en Changmin o acompañarlo él mismo.

Ningún hombre de su riqueza y posición podía llegar a la edad de Hayami sin haber sido halagado, presionado y seducido para acompañar a bellos jóvenes a exclusivas y caras boutiques, sobre todo si eran italianas. Además, a veces era más fácil y rápido poner fin a una relación que ya había cumplido su función endulzando la ruptura con el regalo de unas cuantas prendas de alta costura.

Nadie había compartido su cama durante el último año, o algo más. Sin duda, ésa era la razón de que Shim Changmin hubiera tenido un efecto tan poderoso e inesperado en su libido. A su orgullo no le agradaba que lo hubiera excitado pero, desde un punto de vista práctico, el haber compartido unos momentos de intimidad sexual suponía que había cierta familiaridad entre ellos, y eso funcionaría a su favor en público. En privado esa intimidad no se repetiría, por supuesto.

Volvió a pensar en el asunto de conseguirle un vestuario adecuado, y hacerlo rápidamente. Arrugó la frente y luego buscó entre sus contactos de correo electrónico. Cristina Rosetti era la mano derecha de un gran modisto y le debía un favor, porque un par de veces había tenido que pedirle que llevara a ciertas modelos a Nueva York, por un fallo en sus reservas. Muchos modistos utilizaban su aerolínea para enviar sus valiosas prendas de diseño exclusivo a desfiles privados y públicos por todo el mundo, pero hacía años que conocía a Cristina y se llevaba bien con ella, dentro de una relación estrictamente profesional.



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4 comentarios :

  1. Rayos por que paró!!! estaba tan emocionada, ni modo... aunque creo que poco a poco esos dos hombres irán cediendo el uno al otro hasta aceptar que se han enamorado.

    Gracias.

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    1. Siiii, es emocionante la tensión sexual que hay entre ambos!!! Esta más que claro que se atraen

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  2. Ya comenzó el gusanito de la atracción a parecer >o< pero como ellos son tan tercos y obstinados demorara un poco pero de que no se va a volver a repetir es difícil el siguiente será hasta el final XD

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  3. Jajajaja Lo ves Hayami jajaja no puedes resistirte a los encantos de Mi ChangMin, si claro cierta familiaridad si como no, quiero ver que haces cuando Minnie te toque o tú tengas que tocarlo otra vez. Esa negación de tus deseos te va a traicionar y feo jijiji. El solito se puso sentencia. No sé pero quiero ver que ChangMin se resista eso seria un reto para Hayami. Quiero a VoldeMin en acción¡¡¡¡

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