lunes, 11 de julio de 2016

Seducción Siliciana. Cap 5






Changmin se despertó despacio y con desgana, intentando aferrarse a la ignorancia protectora del sueño mientras luchaba con la creciente sensación de pánico y aprensión que le provocaba el nuevo día.

Para cuando abrió los ojos, recordaba perfectamente todo lo sucedido el día anterior, y su corazón se había encogido en el enorme vacío que sentía en el pecho. Miró el reloj. Eran las ocho y media. Se sentó de golpe y se apartó los rizos de los ojos. Le costaba creer que fuera tan tarde, solía despertarse muy temprano. Su miedo a lo que tenía por delante debía de haberlo inducido a prolongar el refugio del sueño.


Se preguntó a qué hora lo recogerían para ir a comprar ropa adecuada para el fin de semana, digna del elevadísimo estándar que, sin duda, Hayami exigía a sus acompañantes femeninas y doceles. Changmin hizo una mueca. Odiaba las restricciones que imponía vestirse para el lucimiento. Era un joven que sólo utilizaba ropa informal.

Oyó que se abría la puerta exterior de la suite y se tensó; pero era Caterina, con su desayuno.

Buon giorno, Caterina — le dijo con una sonrisa cálida, saliendo de la cama y mirando con satisfacción la comida que había en la bandeja: muesli, un tradicional desayuno continental y, ante todo, una jarra de oloroso café.

Changmin pensó en cómo sería la acompañante que dirigiría sus compras. Delgada como un palo y vestida como un protagonista de Sexo en Nueva York; o tal vez un de esas jóvenes extremadamente elegantes que poblaban las boutiques de las zonas más exclusivas de Seúl. Changmin las había visto desde fuera, mientras se dirigía a impartir clases privadas de mandarín a sus acaudalados clientes.

No le molestaba pensar en lo que tenía por delante, pero le disgustaba pensar en lo que había sucedido la noche anterior. Se preguntaba cómo podía haber respondido a Jung Hayami de esa manera. Salvaje, apasionado, como si realmente hubiera deseado que lo besara. Sin embargo, él era el típico hombre del que habría huido tras mirarlo una sola vez: sexualmente experimentado, depredador, macho y viril en demasiados sentidos.

En materia sexual, ni siquiera pertenecían a la misma división. Cuando pensaba en el tiempo que llevaba aterrorizándolo la idea de ser expuesto y ridiculizado públicamente como virgen inexperto, a quien ningún hombre había deseado lo suficiente para seducirlo y llevarlo a la cama y que no había deseado a ningún hombre lo bastante para animarlo, le enfermaba revivir lo ocurrido la noche anterior. Sólo imaginar la humillación que habría sufrido si Hayami, en vez de detenerse cuando lo hizo, hubiera descubierto su vergonzante secreto le quitó el apetito y le impidió comer un bocado más.

¿Por qué no habría hecho igual que casi todas las chicas y doceles que conocía y se había liberado de su maldita virginidad en la universidad? Porque había estado demasiado ocupado luchando para superar a sus hermanos, sin más. Su vida sería mucho más fácil si se hubiera centrado en perder la virginidad. La gente entendía y aceptaba que uno se tomara un descanso entre amantes, mientras se forjaba una carrera. Pero no haber practicado nunca el sexo era una vergüenza social de gran magnitud, que hería el sensible orgullo de Changmin.

Hasta entonces había pensado que lo más terrible sería que lo descubriera Chansung, pero Hayami lo había sustituido, convirtiéndose en el hombre que menos deseaba que se enterase de su virginidad. Se preguntó cuánto habría tardado Hayami en darse cuenta si hubiera seguido seduciéndolo la noche anterior. Si se habría delatado él mismo con sus actos o si él no se habría percatado hasta el final.

Fuera cual fuera la respuesta, no le costaba nada imaginar cuál habría sido su reacción. Changmin adivinaba que, como segundo hijo emocionalmente herido por la crueldad de su padre, su orgullo se habría resentido al saber que se había acostado con un joven que ningún otro hombre había deseado llevarse a la cama. Lo habría visto como un joven descartado, una rareza, tal vez, y se habría apartado de él. Un hombre como Hayami siempre desearía poseer lo que otros hombres poderosos anhelaban o poseían. Era el resultado inherente de haber sido el niño que fue y convertirse en el hombre que era.

Igual que él estaba aprisionado en su imagen de chicazo, él estaba atrapado por su deseo de ser el primero y tener lo mejor. Sospechaba que lo que los diferenciaba era que, mientras que él a menudo sentía desagrado por la personalidad que había creado para proteger al niño que fue, considerándolo agotador e inmaduro, a Hayami le gustaba su álter ego.

Changmin rara vez se permitía perderse en reflexiones tan profundas y personales. Exponían demasiado, sobre todo en momentos como el que estaba viviendo. No quería seguir aprisionado en la personalidad que había desarrollado para competir con sus hermanos. Sin pretenderlo, sus hermanos habían reforzado ese papel en su vida familiar. Por orgullo y testarudez había seguido siendo el eterno chicazo, en lugar de admitir ante los que lo conocían que anhelaba ser visto como docel; tenía miedo de pedirles la ayuda y la aceptación que necesitaba para dar marcha atrás y retornar al punto en que el chicazo debería haber desaparecido de forma natural, para dar paso a la transformación de niño en docel.

Se dijo que no tenía sentido pensar en qué ponerse; tendrían que ser sus viejos vaqueros. Dudaba que la estilista fuera a quedar impresionada con ellos.

Desde las sombras del vestíbulo, Hayami observó a Changmin bajar las escaleras. Su cuerpo desobedeció a su cerebro con una indeseada, irritante e inmediata reacción juvenil. A pesar de los vaqueros anchos y la camisa suelta, era muy consciente de que bajo la ropa había uno pecho sensual y un cintura tan estrecha que cualquier hombre desearía rodearla con sus manos y un hermoso y bien formado trasero que deseaba tocar. Además, tenía las piernas largas, algo que Yunho, que prefería los jóvenes altos y de piernas interminables, notaría de inmediato.

Esa mañana, llevaba los indomables rizos recogidos en una trenza, lo que destacaba sus pómulos y la carnosidad de su boca. Inicialmente, no lo había considerado un belleza, y mucho menos un joven con una sensualidad tan poderosa como para excitar a un hombre en contra de su buen juicio, pero su cuerpo estaba reaccionando como si lo fuera, y eso obligó a Hayami a reconocer una posible e indeseada complicación en sus planes.

Cuando lo había chantajeado para que hiciera su voluntad, ni se le había pasado por la cabeza que pudiera llegar a parecerle sexualmente atractivo. Hayami era muy escrupuloso en cuanto a mezclar los negocios y el placer. Había visto lo que les ocurría a otros al hacerlo y no tenía ninguna intención de complicarse la vida teniendo que librarse de una relación sexual, ya no deseada, con un joven que compartía otra área de su vida.

Por supuesto, no estaba en peligro de involucrarse sexualmente con Shim Changmin. Era un hombre que se enorgullecía de su control sobre sí mismo. Pero le irritaba haber permitido que el que hubiera sentido aprobación por su forma de pilotar un avión, bajo un identidad falsa, lo hubiera cegado con respecto a su sexualidad.

Changmin se detuvo en el último escalón. Catarina le había dicho que tenía que bajar a la entrada cuando terminara de desayunar, y había deseado que sólo lo esperase allí la estilista, no Jung Hayami.

Ha habido un cambio de planes — anunció Hayami, saliendo de entre las sombras — Te acompañaré yo mismo.

Changmin inspiró ruidosamente y supo que el ruido había desvelado sus sentimientos. Su rostro enrojeció. También sabía que a Hayami le daría igual que se opusiera al cambio de planes. Pensó, con humor sombrío, que tal vez la estilista se había negado a aceptar el reto después de que le hablara de él.

Como las boutiques de los modistos más conocidos están en la calle Tournabouni, será mejor que vayamos andando; nos ahorraremos los atascos de tráfico.

Changmin no contestó. Lo deprimía comparar lo que iba a hacer con cómo había pensado pasar su preciado tiempo en Florencia: visitando museos, explorando las calles y disfrutando del ambiente intemporal de la ciudad de los Medici.

Sólo eran las nueve, pero el sol ya calentaba las calles, tiñéndolas de dorado. Tournabouni era una calle muy ajetreada, bordeada por impresionantes edificios, muchos de los cuales habían sido convertidos en tiendas de diseño. Las puertas estaban cerradas al público a esa hora tan temprana pero no, por lo visto, para Hayami.

Él se detuvo ante un exclusiva boutique, sacó el móvil del bolsillo de su elegante chaqueta de lino, que lucía sobre un camisa de rayas y unos vaqueros mucho mejor cortados que los que llevaba Changmin, y escribió un mensaje de texto.

Le he dicho a Cristina, que llegará a ocuparse de ti en unos minutos, que vas a acompañarme a Sicilia y que has perdido el equipaje en tránsito…




Calló cuando se abrió la puerta y una joven increíblemente elegante salió y le dio un abrazo.

Ciao, Hayami.

Te estaré eternamente agradecido, Tina — contestó él, dándole dos besos en las mejillas.

Changmin se preguntó a cuántos jóvenes había llevado allí para merecerse que lo atendieran fuera de horario. A él no tenía por qué importarle y, menos aún, causarle un doloroso pinchazo de ira que, de ninguna manera, podía deberse a los celos.

Bueno, te debemos varios favores, Haya, por llevar a nuestras modelos a Nueva York a tiempo para el último desfile de la colección.

Changmin pensó que, en ese caso, quizá no le habían abierto la tienda porque compraba allí ropa para sus amantes. El alivio que sintió se debió, únicamente, a que no quería que nadie pensara que era uno de sus jóvenes.

Ésta es Changmin, Tina — decía Hayami — Lo dejaré en tus capaces manos.

Tras otro típico abrazo italiano, él se marchó calle abajo. Changmin sintió una extraña sensación de abandono, que debería haber sido de alivio. Siguió a Cristina dentro de la tienda.

El terror de cualquier joven es que su ropa se pierda, ¿verdad? — Se compadeció la joven — Antes de que empezáramos a utilizar los vuelos de Hayami para transportar nuestras colecciones a las pasarelas internacionales, tenía los nervios de punta hasta que sabía que todo había llegado.

Changmin le sonrió y Cristina le devolvió la sonrisa. Era mayor que él, supuso que rondaría la cuarentena, pero era tan elegante que era difícil adivinar su edad real.

He traído parte de nuestra colección de Milán, que no vendemos en Florencia, y también a una peluquera y a un maquillador; Hayami me ha dicho que, por cuestiones de trabajo, hace meses que no vas a un peluquero adecuado.

Changmin pensó que si con «peluquero adecuado», Cristina se refería a los que cobraban una fortuna y a los que había que pedir cita con meses de antelación, hacía toda una vida que no iba a uno. Iba a hacer falta más que ropa de diseño y un corte de pelo caro para transformarlo en el tipo de joven con el que solía salir Hayami.

Se recordó que Hayami no estaba saliendo con él, mientras seguía a Cristina por un largo pasillo de paredes blancas que se curvaba antes de abrirse a un espacio blanco, amueblado con sillas bajas y una mesa de color negro.

Como por arte de magia, dos jovencitas vestidas con trajes negros, aparecieron de repente y plegaron parte de la «pared» blanca, para mostrar ropa colgada y doblada.

Empezaremos por lo básico, creo. Vaqueros, que te harán falta en Sicilia, sobre todo si piensas visitar la zona del Etna, conjuntados con un chaqueta y un camisa de seda, y algunas prendas de punto como alternativa.



Mientras Cristina hablaba, los jóvenes descolgaban ropa y la dejaban sobre una silla

Por supuesto, querrás dar una buena impresión a tu llegada; eres alto y puedes permitirte llevar pantalones. Creo que estos de color crema te quedarán perfectos. Esta rebeca irá bien con ellos, y también este collar de plata, muy elegante. Para el cóctel, he traído esto de Milán.

Los ojos de Changmin se ensancharon al mirar un pantalón en seda negro con una especie de falta sobre este, junto a una chaqueta a la cual le faltaba la parte de atrás. Era precioso, pero no para él. Nunca llevaba ropa como ésa. No tenía lo que hacía falta para lucirla con gracia. Movió la cabeza con pesar.

Es fantástico, pero no creo que sea adecuado para mí — le dijo a Cristina.

Pruébatelo y veremos — dictaminó Cristina.

Dos horas después, agotado y confundido, Changmin se miró en el espejo y tragó aire, incrédulo, al ver su imagen. El corte de pelo capeado enfatizaba sus pómulos y hacía que sus ojos parecieran más grandes. El traje de cóctel dejaba al descubierto sus hombros y espalda, y sus ojos, inteligentemente pintados, parecían resplandecer con un tono violeta ahumado. El traje le daba un aspecto frágil y un tanto andrógino que no había imaginado posible en él.

Es perfecto para ti — anunció Cristina, complacida — Lo supe cuando Hayami me describió tu complexión. Este traje y el largo, de satén de seda de color crema, son ideales. Y también los vaqueros y los pantalones. Tienes las piernas largas que requieren.

Changmin no iba a discutir. Nunca había imaginado que pudiera tener ese aspecto. Incluso estaba dispuesto a ponerse el traje informal de verano color amarillo limón que Cristina había insistido era obligatorio para hacer turismo durante el día, igual que los vaqueros de corte pitillo. También había un par de carísimas camisetas y un fantástica parka de seda color gris peltre que conjuntaba de maravilla con los blancos, plateados y grises del resto de las prendas «informales».

Los dos trajes de noche incluían zapatos y bolsos a juego, y había recibido una clase de maquillaje para utilizar los cosméticos que reemplazarían los que había «perdido en tránsito». Cristina también insistió en un grande y suave bolso «de día», que quedaba de maravilla con los pantalones y con los vaqueros.

Después de pedirle a un de las chicas que lo ayudara a bajar la cremallera del traje de cóctel, Cristina lo dejó solo en el probador. Changmin retrasó el momento de quitarse el traje, mirándose al espejo maravillado por la transformación. Por primera vez, veía la imagen de lo que podía ser, de lo que había anhelado ser, en secreto, desde que dejó atrás los años de universidad. El espejo reflejaba a un joven que apenas se atrevía a esperanzarse y aún no se sentía cómodo con su nueva imagen. Era el principio del joven en él que podía llegar a convertirse, un joven a gusto consigo mismo, seguro de su capacidad y de su derecho a ser tanto vulnerable como fuerte, capaz de ejercer un trabajo exigente en un mundo que seguía siendo dominado por los hombres, sin dejar de ser un docel ni renunciar a su ser esencial.


>>>♥<<<


Una de las bonitas jóvenes le dijo a Hayami dónde encontrar a Changmin. Habiendo asumido que eran amantes, no mencionó que Changmin estaba solo en el probador privado. Cuando llegó, la espesa alfombra gris apagó el sonido de sus pasos, y Changmin no percibió su presencia.

Hayami, gracias al ángulo del espejo que había en la zona exterior del probador, con la cortina retirada, tuvo la oportunidad de verlo y estudiarlo. Cualquiera que hubiera visto su reacción, habría pensado que no le gustaba lo que veía, porque frunció el ceño.

El reflejo del espejo le mostraba a un bellísimo joven con un elegante traje, perfecto para él. Pero el ceño se debía a la mirada de esos ojos, inesperadamente violetas, no a su aspecto. Solo y, sin saber que era observado, su expresión era abierta y reveladora; una intimidad que él no deseaba, que hizo que el corazón le diera un vuelco y se encogiera de compasión al interpretar lo que veía. Parecía un niño pequeño, incapaz de creer en su buena suerte, deleitado y que, al mismo tiempo, intentara encontrar el equilibrio entre lo que deseaba con desesperación y la incapacidad de creerse merecedor de tal júbilo.

Changmin sentía que las lágrimas le quemaban los ojos. Intentó evitarlas con un parpadeo, después, con una risa aflorando en su garganta, se dio cuenta de que iba a arruinar su maquillaje y que podría mancharse el precioso traje, porque no tenía pañuelos de papel a mano. Se dio la vuelta, recordando haber visto una caja de pañuelos en la mesita de café; se quedó paralizado al ver a Hayami.

Incluso si Hayami no hubiera percibido que su emoción no tenía nada que ver con llevar puesto un traje caro, sino con algo muy íntimo y personal, la intensidad de su reacción al verlo lo habría convencido de ello.

Él se preguntó cuánto tiempo llevaba allí. No podía haberlo visto mirándose como se había mirado. No podría soportar que nadie lo hubiera visto así, pero él menos aún. Su rostro empezó a arder y sus defensas de chico duro entraron en acción.

Hayami, que no estaba acostumbrado a anteponer las necesidades emocionales de los demás a las suyas, se sorprendió retrocediendo hacia la puerta y disculpándose.

Perdona, no sabía que no estabas listo aún.

El alivio de Changmin fue tan intenso que casi lo mareó. No lo había visto, o habría sido incapaz de guardarse un comentario. Lo sabía por lo que había experimentado de él y, por supuesto, por su experiencia con sus hermanos. Conocía a otras chicas y jóvenes que también tenían hermanos, claro, algunos eran los mayores de la familia, otros los menores, y su experiencia no tenía nada que ver con la suya. Los hermanos doceles mayores solían ser maternales con sus hombres, los menores parecían atraer a hombres que los protegían y eran indulgentes con ellos.
Changmin asentía con la cabeza, sin atreverse a hablar, cuando reapareció Cristina, que chasqueó la lengua a ver que Changmin estaba solo y aún llevaba puesto el traje de cóctel.



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3 comentarios :

  1. Ya lo dije, poco a poco se irán abriendo a esos sentimientos que ya están sintiendo.

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  2. Ambos tienen algo en común solo hay que darle un poco mas de tiempo para que se conozcan y sepan como son en realidad

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  3. Pobre ChangMin incluso no se permite llorar por lo que siente. Solo espero que Hayami actue comprensivo y deje a un lado esa actitud opresora porque ambos comparten la misma lucha aunque no en igual condición. Lentamente y sin tener la intención ChangMin esta ebtrando en la mente de Hayami creo que va a verlo como una especie de enigma a partir de ahora y desde luego va a querer descubrir más. Exelente como siempre Poleth¡¡¡ Gracias¡¡¡

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