sábado, 11 de junio de 2016

Herencia Siliciana. Cap 6

Habían transcurrido tres días desde su llegada a Sicilia, y finalmente el viento había cesado y había dejado de llover. Aquélla mañana por primera vez, Junsu vio el cielo azul cuando se despertó, con la impresionante vista del Etna cubierto de nieve.

El clima de Sicilia, al igual que su historia, era turbulento y exigente, pensó Junsu, y ahora, después de sus excesos, se había apaciguado.


Mientras Heechul se echaba la siesta, Junsu se acercó a los formales salones del piano nobile, observando maravillado su magnificencia. Lo más hogareño, si es que podía utilizarse aquél palabra para describir tan magníficas habitaciones, era la Sala degli Arazzi, con sus bellísimos tapices y desde la que se abría un puerta doble que daba a la biblioteca, en la que había volúmenes encuadernados en cuero desde el suelo hasta el techo.

Las salas se comunicaban unas con otras, en el estilo clásico del siglo XVIII. La última de ellas daba a un patio interior ajardinado dominado por una gigantesca fuente barroca adornada con criaturas míticas que echaban agua por la boca en la piscina de piedra que había debajo. Y a pesar de toda su magnificencia, la casa tenía un aire hogareño. Había flores frescas en los jarrones situados sobre aquellos muebles que eran joyas.

Junsu se dirigió después a la cocina. A través de la puerta abierta le llegó por primera vez el olor a cítrico, que se colaba con la suave brisa procedente de los naranjos y los limoneros que había en el jardín de la villa.

 — ¿Se ha tomado la medicina? inquirió María.

Junsu sonrió y asintió con la cabeza. Estaba tomando pastillas de hierro dos veces al día, siguiendo las instrucciones del doctor Vittorio, y tenía que admitir que se sentía mejor.

Junsu se había acostumbrado a caerle mal a la anciana, pero tenía que admitir que en lo que se refería a Heechul, María se mostraba protectora con él, como si formara parte de su propia familia.

 — Menos mal que Yoochun es un hombre fuerte, además de bueno. Si no, sería duro para él ver al pequeño.

 — ¿Porque podría ser el hijo de Yuhwan? — quiso saber Junsu.

 — No. Lo que le resulta duro es verlo a usted con el niño — aseguró María con firmeza.

 — ¿Por qué? — preguntó Junsu con la atención centrada en Heechul, que estaba tomando el biberón en sus brazos.

 — Porque tendrá que ver cómo el pequeño disfruta de algo que él nunca tuvo. El amor y la atención de una madre — dijo María alzando la vista para mirarlo.

Junsu frunció el ceño. Resultaba tentador, aunque poco realista, imaginar que Yoochun había llegado a la edad adulta dependiendo de alguien, y mucho menos de una mujer.

 — La princesa, su madre, murió al dar a luz a Yoochun — le contó María a Junsu con dramatismo — Pobre mujer. Decían que no quería vivir por culpa de la crueldad de su marido. Siempre se supo que el príncipe se casó con él por las tierras que tenía su familia, y por el hecho de que su linaje era tan antiguo como el de él. Así funciona la nobleza. Ella era mucho más joven que él. Sólo tenía diecisiete años cuando se casó. Pobrecilla, se enamoró a primera vista. Pero él no era la clase de hombre capaz de satisfacer a una esposa joven e inocente. Porque su corazón ya pertenecía a otra.

Junsu le sonrió a Heechul, que seguía bebiendo con fuerza del biberón. Se estaba alimentando mucho mejor que antes.

 — Yo me atrevería a decir que le habría ido mejor si hubiera habido muchas amantes en lugar de un sola — continuó María — Y menos ésa, que se negaba a admitir cuál era su sitio — añadió sombríamente — La pobre princesita no tuvo ninguna oportunidad contra alguien como ella, experta en los modos de mantener a un hombre bajo su poder. Le contaba a todo el que quisiera oírla que el príncipe la amaba a ella, y no a su esposa. Ninguno de los dos lloró cuando la princesa murió, eso se lo aseguro. Incluso me atrevería a decir que a Isabél le hubiera gustado que la princesa Lucía se llevara con él a la tumba a sus hijos.
»Pero el príncipe, por supuesto, conocía sus responsabilidades para con su sangre. La princesa le había dado tres hijos estupendos, pero ahora ella estaba muerta y era libre para casarse con Isabél. Cinco años más tarde, ella tuvo su propio hijo, y el príncipe adoró a su hijo tanto como a ella. Ningún otro hombre podría haberse salido con la suya con un comportamiento tan vergonzoso, pero el príncipe no le rendía cuentas a nadie. Los Jung son orgullosos, y llevan ese orgullo como una segunda piel.

Junsu frunció el ceño. Yoochun no había mencionado que Heechul tuviera abuela, pero tal vez fuera comprensible dadas las circunstancias.

 — ¿Dónde está Isabél ahora? — le preguntó a María. Heechul había terminado el biberón y Junsu se lo puso en el hombro para que echara el aire.

 — ¡Ja! Está donde se merece… en la tumba. Se cayó por las escaleras de la torre del castillo y se rompió el cuello. Dicen que fue el fantasma de la princesa quien la empujó, y desde luego nadie lloró su muerte, aparte del príncipe y su hijo.

 — Debió de ser duro para Yoochun crecer sin madre — reconoció Junsu.

 — Fue duro para los tres — añadió María — Su padre no tenía tiempo para ellos, e Isabél se aseguró de que supieran quién manejaba el látigo allí… a veces literalmente, se lo aseguro. Yo trabajaba entonces en el castillo, y en más de un ocasión alguien bajaba del cuarto de los niños y pedía un ungüento especial del cocinero para las heridas de Yunho. Como era el mayor, siempre se llevaba el castigo de los otros dos.

Pobres niños, pensó Junsu con simpatía. Pero Yoochun ya no era un niño. Era un hombre. En un intento de ignorar la excitación que estaba experimentando, Junsu recorrió la cocina con Heechul apoyado contra su hombro.

 — Me gustaría llevar al niño fuera le dijo a María — Ir a dar un paseo, tal vez. Hay un carrito en el cuarto.

 — Hace demasiado frío — se apresuró a decir María.

 — Ha salido el sol — protestó Junsu.

 — Aquí tenemos un viento que corta la carne como si fuera un cuchillo — le advirtió a Junsu — Además, tiene que pedirle permiso a Yoochun, y no está aquí.

Junsu sintió al instante cómo se ponía tenso y se llenaba de resentimiento al tener que pensar en pedirle permiso a Jung Yoochun para algo. Ya era bastante malo tener que aceptar su caridad viviendo bajo su techo, comiendo su comida, y lo peor de todo, llevando la ropa que él había pagado. No iba a permitirle que lo controlara teniendo que pedirle permiso para algo tan normal como salir a dar un paseo, se dijo con firmeza, decidiendo al instante que eso sería justo lo que iba a hacer, salir a dar un paseo con Heechul.


>>> ♥ <<<


No resultó tan fácil como imaginaba bajar el carro por las escaleras. Era mucho más pesado de lo que esperaba, pero Junsu poseía una obstinación que no le permitía rendirse. Cuando consiguió llevar el carrito hasta el piso de abajo, estaba exhausto. El corazón le latía aceleradamente, y había regresado la espantosa necesidad de volver a tumbarse, pero no pensaba rendirse. Todavía tenía que subir a por Heechul, después de todo.

Diez minutos más tarde, mientras empujaba el carrito por el polvoriento camino que llevaba hacia los árboles frutales, Junsu admitió que el viento era más frío de lo que esperaba. Heechul, sin embargo, estaba bien protegido contra él, cuidadosamente envuelto en ropa calentita y con la capota del coche levantada. Junsu no tenía tanta suerte, había salido con un de los pantalones de lana fina que había en el vestidor de su dormitorio. Era blanco, y combinaba bien con un jersey de color gris y unos zapatos de piel en tono acero con un poco de tacón. Pero había salido sin abrigo. Lo había engañado el sol y el calor generado por el ejercicio de tirar del carrito. El sol calentaba pero el viento, en cuanto salió de la protección del patio, cortaba como un cuchillo, tal y como había predicho María que ocurriría.

Su obstinada fijación en que nadie le dijera lo que tenía que hacer fue lo que le impidió darse la vuelta. Eso y el hecho de que Heechul estuviera sonriendo tan feliz, disfrutando sin duda de aquel paseo.

La intención de Junsu era llegar sólo hasta los cítricos, pero no había contado con el hecho de que el camino iba un poco cuesta abajo, así que cuando se dio la vuelta, tuvo que caminar cuesta arriba, azotado por el viento que ahora había formado unas nubes que ocupaban el cielo y bloqueaban el sol.

El esfuerzo que estaba haciendo para empujar el carrito por el camino de barro debería haberlo hecho entrar en calor, pero, curiosamente, le estaba provocando el efecto contrario. Tenía escalofríos.

Sintió la primera gota de lluvia al mismo tiempo que se daba cuenta de que había caminado mucho más lejos de lo que había pretendido y estaba a más de media hora de la villa. Para cuando le puso el protector de agua al coche ya llovía con fuerza, y el carrito, que se hubiera deslizado rápidamente sobre asfalto o un pavimento apropiado, no lo hacía con facilidad sobre un sendero sucio que se estaba llenando rápidamente de barro.

¿Cómo podía haberse levantado tanto frío en tan corto espacio de tiempo?

La lluvia parecía hielo, y le recordaba a Corea y el frío invierno por el que acababa de pasar, sobre todo ahora que habían aumentado las nubes de tormenta tanto que parecía casi de noche.

Ya era demasiado tarde para desear no haberse dejado llevar por aquel absurdo arrebato de rebeldía.

Inclinó la cabeza contra el viento mientras empujaba el carrito. Todo su cuerpo se estremecía y el corazón le latía tanto por el esfuerzo que la estaba dejando sin energía. Ni siquiera sabía que ya no estaba solo hasta que vio aquéllas manos oscuras y masculinas en el manillar del cochecito junto a las suyas.

 — ¡Yoochun!

¿Percibió él el alivio de su tono de voz bajo culpabilidad? Si la respuesta era que sí, no lo parecía. Cuando se giraron a mirarlo, sus ojos reflejaban una gran desaprobación.

Junsu estaba atrapado entre el carrito y él, pero el calor que provenía de su cuerpo le resultaba tan gratificante que no quiso objetar.

 — Toma, ponte esto — le dijo colocándole un gruesa chaqueta de cuero por los hombros.

Su propia chaqueta, reconoció Junsu al aspirar el aroma que desprendía. Yoochun no esperó a que obedeciera, sino que le sacó un brazo del manillar del carrito para ponerle la chaqueta mientras él sujetaba el coche con otra.

 — La necesitas tú — protestó Junsu dándose cuenta de que se había quitado la chaqueta.

Yoochun sacudió la cabeza e ignoró sus protestas. La lluvia caía con tanta fuerza que le había pegado la tela de la camisa al cuerpo, revelando el musculoso torso que había debajo.

— ¿Qué pasa contigo?le preguntó furioso, alzando la voz para hacerse oír por encima del furioso viento — Dices que quieres a tu hijo, y sin embargo haces algo así, sacarle a la calle cuando te avisaron de que el tiempo no era bueno.

Estaba claro que María le había contado lo que le había dicho, pensó Junsu.

— Quería que tomara un poco de aire fresco.

— Podría haberlo tomado en el patio. Allí estaría a salvo.

— Ahora está a salvo.

— No gracias a ti. —Aquello fue demasiado.

 — Yo nunca pondría a Heechul en peligro. Está protegido y calentito.

— Y a tu cuidado. Y tú sufres una enfermedad que te deja sin fuerzas suficientes para subir unos escalones sin correr el riesgo de desmayarte, así que peor aún será salir de paseo en estas condiciones.

— Eso no es justoprotestó Junsu — Estoy mucho mejor desde que tomo las pastillas de hierro.

— ¿Mucho mejor? — Junsu percibió la mofa en su tono de voz — Acabo de verte, estabas tan agotado que no podías ni poner un pie delante de otro. ¿Qué os pasa a los Coreanos, por qué sentís esa necesidad de recorrer todos los lugares aunque el sentido común os diga que las circunstancias no son favorables?

— No lo sé… seguramente se trate del mismo grupo de genes que convierte a los hombres Jung en seres arrogantes — Junsu estaba herido por el comentario.

Estaban caminando hacia la villa. Yoochun tiraba del carrito y avanzaba mucho más que él, que trataba de seguirle el paso.

— Puedes decir que estás mejor — le dijo Yoochun, ignorando su comentario sobre su arrogancia y volviendo en su lugar al tema que sin duda le convenía más, porque suponía criticarlo, pensó Junsu — Mírate. Te cuesta esfuerzo recorrer unos cuantos metros. No te esfuerces en negarlo. ¿Y cómo diablos se te ocurre salir sin abrigo?

— ¿Cuál es el problema? — Le gritó Junsu, que había perdido la serenidad — ¿Te preocupa que estropee esta ropa tan cara que has comprado?

— No seas ridículo. Deberías tener muy claro que no me preocupan unas cuantas prendas de ropa. Lo que me preocupa es tu hijo, y a ti debería pasarte lo mismo. ¿No te has parado a pensar en lo que hubiera ocurrido si te desmayas, o cuánto tiempo llevabais ya fuera? Debes de haber notado cómo ha cambiado el tiempo.

Junsu tuvo que asentir con la cabeza.

— Este viento podría haber volcado perfectamente el carrito. Podríais haber pillado los dos un neumonía. O incluso haber muerto.

Yoochun no pensaba decirle cómo se había sentido cuando regresó antes de tiempo de un reunión y descubrió que Heechul y él no estaban. Entonces María le contó que Junsu había dicho que quería ir a dar un paseo. Yoochun no sabía qué le hizo seguir primero la senda que llevaba a los limoneros, pero había tenido mucha suerte. Estaba furioso por que Junsu hubiera puesto en peligro todo el esfuerzo por el que había pasado para llegar hasta Heechul y él y cumplir con la parte de responsabilidad que les tocaba a sus hermanos y a él.

Yoochun sentía cómo el corazón le latía con una mezcla de furia y alivio. Alivio por haberlos encontrado y furia por haber tenido que salir a buscarlos.

— ¿Para qué diablos querías salir, además? No, déjame averiguarlo… te aburrías y echabas de menos tu habitual estilo de vida. Bueno, aquí no encontrarás las fiestas que tanto te gustan, ni tampoco los hombres que acuden a ellas.

— No estaba buscando ni fiestas ni hombres — aseguró Junsu — De hecho, lo último que quiero es un hombre.

Ya habían llegado, y él estaba exhausto. Exhausto y enfermo por el terror que Yoochun le había inspirado de manera tan gráfica al describirle lo que podría haberle ocurrido a Heechul. A pesar de aceptar que él tenía la culpa, seguía tan enfadado con él que era la rabia lo que virtualmente la mantenía de pie. Fue Yoochun quien sacó del carrito a Heechul, que milagrosamente se había dormido, y quien lo subió por las escaleras hasta su dormitorio mientras Junsu iba tras ellos, haciendo un esfuerzo por reunir la energía para llegar hasta la habitación. Heechul parecía muy pequeño apoyado contra el hombro de Yoochun… y completamente a salvo.

— Será mejor que te pongas esto — le dijo Junsu a Yoochun sin apenas fuerza, quitándose la chaqueta y entregándosela — Yo me ocuparé de Heechul.

— Yo también puedo ponerlo en la cuna, está dormido.

¿Se estaba negando a entregarle al niño? ¿Por qué? ¿Qué creía que iba a hacer, dejarlo caer al suelo?

— No puede acostarse así. Lleva un peto de calle.

— Sí, pero seguramente se podrá quitar, ¿no?

Yoochun no se molestó siquiera en esperar un respuesta. Lo estaba ignorando, como si él no tuviera nada que decir en lo que se refería al bienestar de Heechul.

Junsu resopló mientras Yoochun llevaba a Heechul al dormitorio infantil. Él dejó la chaqueta de cuero sobre la cama y fue tras Yoochun protestando.

— No hace falta que hagas esto. Podrías despertarlo.

Yoochun seguía ignorándolo y dejó a Heechul en el cambiador con una pericia inesperada. Después le quitó con eficacia el conjunto de calle. Heechul seguía completamente dormido.

— Tal vez quieras cambiarle también el pañal sugirió Junsu con sarcasmo.

— Lo que me gustaría sería sentir que tiene alguien que se preocupa de él con responsabilidad. Pero ahora mismo, por mucho que me gustaría pensarlo, no puedo — le dijo Yoochun.

El orgullo y la culpabilidad se enfrentaron en el interior del corazón de Junsu. Odiaba que cuestionaran su forma de cuidar a Heechul, pero al mismo tiempo era muy consciente de que se había dejado cegar por su obstinación de que Yoochun no le dijera lo que tenía y no tenía que hacer.

— Si algo le hubiera ocurrido a Heechul, nunca me lo habría perdonado — admitió en voz baja y torturada. La culpabilidad había ganado la batalla.

Yoochun ocultó su sorpresa ante aquél confesión. No era propio de un joven como sabía que era aquél, y sin embargo, si tenía que ser sincero, aquélla no era la primera vez en el poco tiempo que hacía que lo conocía que le había hecho cuestionarse las percepciones que tenía de él. También estaba todavía batallando para negar la profundidad del deseo sexual que despertaba en él… pero seguía fracasando, tal y como su cuerpo le estaba diciendo en esos momentos con claridad.

¿Cómo era posible que deseara a un joven al sólo podía despreciar? Yoochun metió a Heechul en la cuna y lo tapó.

 — María me ha pedido que te diga que está preparando para ti un receta especial de hígado para la cena, además de un plato de espinacas — le dijo a Junsu con sequedad.

María se había tomado al pie de la letra las indicaciones del médico para la dieta de Junsu, pensó él.

— Confiaba en lograr convencer a María de que unos canelones rellenos de espinacas y queso ricota serían igual de beneficiosos.

— Tienes que quitarte esa ropa mojada.

— Sí — Yoochun estaba pasando por delante de él para dirigirse a la puerta del dormitorio. Junsu contuvo el aliento y le dijo a regañadientes — gracias por… por venir a buscarnos.

Yoochun tenía la cabeza inclinada, así que Junsu no vio el modo en que lo miró antes de decir con frialdad:

— No hace falta que me des las gracias. Después de todo, tengo un interés personal en proteger a Heechul.

Se marchó antes de que Junsu tuviera tiempo para levantar la cabeza y mirarlo, para alivio suyo. Lo último que necesitaba ahora era que Yoochun se diera cuenta de que su comentario respecto a que era Heechul quien le importaba le había hecho daño.

¿Daño? ¿Qué locura era aquella? ¿Cómo podía un hombre al que sólo hacía cuatro días que conocía hacerle daño desde el punto de vista emocional?

Era posible que un corazón reconociera a otro en el espacio de un breve latido, con todo lo que eso significaba, se recordó Junsu. Pero Yoochun y él no tenían corazones que se reconocieran, ¿verdad? De hecho, probablemente Yoochun no tuviera ni siquiera corazón.

¿No tenía corazón? Entonces, ¿qué era lo que bombeaba sangre por aquel magnífico cuerpo?

Realmente era magnífico. Lo había visto en el modo en que la camiseta mojada se le pegaba al cuerpo. Junsu se frotó los ojos. Tenía frío y estaba mojado, necesitaba una ducha caliente y probablemente, descansar. Una súbita ráfaga de aire azotó la lluvia contra la ventana de su dormitorio, haciéndolo estremecerse mientras pensaba en las cosas horribles qué podrían haber ocurrido si Yoochun no hubiera ido a buscarles. Tal vez no lo hubiera expresado con muchas palabras, pero Junsu sabía que él no lo consideraba adecuado para hacerse cargo de Heechul, y tal vez tuviera razón. No había hecho muy buen trabajo hasta el momento, a juzgar por cómo había cuidado de su sobrino, ¿verdad? Heechul había empezado por fin a comer y a ganar peso desde que habían llegado allí. ¿Qué iba a suceder si al final resultaba ser hijo de Yuhwan?

¿De verdad tenía que preguntarse eso? Yoochun y sus hermanos le quitarían a Heechul. Le buscarían una madre sustituta adecuada, lo rodearían de todos los cuidados que pudiera comprar el dinero de los  Jung, lo cuidarían y lo protegerían.

Pero él lo quería, se dijo Junsu con firmeza. Y sin duda eso tenía alguna importancia.

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7 comentarios :

  1. Mil gracias!!!! Yoochun y Junsu dejen de retarse, porque al querer desafiar uno al otro terminaran heridos, dios quiero seguir leyendo espero la siguiente actualización..espero que sea pronto

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  2. Yoochun es un odioso >.< no para de llamar la atención a JunSu:/ ya quiero saber los resultados de ADN o.o estoy seguro que descubrirán que JunSu no es la omma de Heechul ..
    Gracias por la actu^^/

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  3. Pienso que Yoochun jamas le quitaria una madre q su hijo... y dejame decir que este Yoochun de esta historia me recuerda mucho al Yoochun verdadero...
    Por como el trata de parecer frio pero no lo es...
    Asi mismo es nuestro Yoochun y por lo de su padre...
    Gracias por la historia x3 estaba tan feliz de que hayas actualizado seguido x3
    Eres un amor

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  4. Ay Junsu ves lo que pasa por ser tan obstinado? sé que te sientes encerrado ahi pero debes entender que el bebe es prioritario y no debes exponerlo y mucho menos darle pie a Yoochun para reclamarte cosas, piensa bien las cosas antes de hacerlas niño.

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  5. Waaaaa ya estan sintiendo cositas los dos, todo mejoraria si Junsu hablara y explicara la verdad, pero entiendo su miedo, temor. U.u Gracias linda!

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  6. En verdad que los hermanos Jung han tenido una niñes muy dura. Pero me alegra que lo que tanto amo, el mugre viejo del príncipe ya no este con él.

    Dios, gracias que llego Yoochun a tiempo para evitar que pasara algo malo con Junsu y el bebe.

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  7. Por todos los Cielos, a ojos de Yoochun Junsu carese no solo de escrupulos y moral sino también de cerebro. Es tan injusto que Junsu tenga que aguantar semejante tratato. Pero es triste que Mi Chunnie sienta tantas emociones opuestas por la infancia tan lamentable que tuvo junto a Yunho y Hayami y aun así su preocupación por el bebé y Junsu puede más.

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